La ilusión, algo intangible, que en algún momento de nuestra vida aparece, y como aparece, se va. Y cuando eso ocurre, la huella que deja, es, el vacío.
Es opuesta a la realidad y nos sirve de refugio, cuando ésta se nos hace insoportable. De refugio o de escapada, depende.
Apreciamos los acontecimientos, no como son, sino como quisiéramos que fueran. Nos ponemos una venda transparente y en color, para mirar a través de ella y dar brillo a nuestra cotidianidad, a nuestra rutina.
Sin las ilusiones, sin lo ilusorio, sería difícil nuestra existencia.
Hay un espacio, cuyos límites son el cielo y la tierra. Allí estamos nosotros, ocupándolo, con nuestras necesidades de todo tipo, desplazándonos en todas las direcciones.
Somos emisarios y receptores más que receptivos. Con la cabeza tocamos la parte alta y con los pies, la tierra.
La ilusión y la imaginación van unidas, haciendo que nuestra vida tenga múltiples matices, tonos pastel.
Le da forma y color. La forma para comprobar, para razonar y el sentimiento, para vivir.
Pasaste un día delante de mi puerta,
Iluminando el sendero a tu paso,
para perderte luego en el ocaso.
Quise retenerte con la mano,
mas…¡Ay de mi!
Solo fue un intento vano.
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