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Aunque la tierra gira vertiginosamente y se desplaza por el universo,
cuando nos levantamos por la mañana, abrimos la ventana y miramos al
sol, es simplemente un día más.
Encerrados en nuestro pequeño mundo de lo inmediato, no somos conscientes ni del viaje, ni del vértigo del desplazamiento.
Seguimos
enjaulados, llenos de fronteras, unas veces voluntaria y otras,
involuntariamente, pero son fronteras de las que no deseamos salir.
¿Para
qué aventurarnos por nuevos territorios? ¿Para qué explorar nuevos
recorridos? Mejor la rutina, mejor lo conocido. Mejor no hacer
preguntas, mejor, no tener respuestas. Los ojos cerrados al
entendimiento, o el entendimiento, cerrado a la vista. O todo a todo.
Las respuestas pueden ser no deseadas y la situación complicarse. Es más cómoda la ignorancia.
¡Qué
peligrosa es la imaginación cuándo rompe con el hábito y nos quiere
llevar al descubrimiento o conocimiento de nuevos lugares!
No, no vayamos, no nos aventuremos, dejemos que la tierra gire por si misma, que exista para nosotros solo el día y la noche.
Un día más y solo eso, sin apreciar los cambios que se van sucediendo, por próximos que estén.
Miramos al sol como nuestros antepasados, al que adoraban cómo a un dios y lo es, es fuente de vida, luz y energía.
Ahora
se venera y se adora a otros soles, dorados también. Se practica el
culto a la riqueza, a lo magnífico, a lo inmenso, a lo grande, pomposo,
como símbolo de poder. Todo apariencia que no afecta a lo sustancial.
Solo a nuestro mundo próximo de las vanidades y de la imagen.
Pero,
tanto nosotros, lo que somos, lo que creemos ser y lo que consideramos
son los otros, todo, se desplaza vertiginosamente girando alrededor,
para que al abrir la ventana cada día, valoremos la vida.
Ante
nuestros ojos se presenta una incógnita y una esperanza, ya que los
cambios pueden suceder en segundos. Algunos lo sabemos, si, como también
sabemos,cómo pasa a un segundo plano, todo aquello que consideramos
importante si estamos o hemos estado, en una situación de riesgo.
La vida y solo ella, a la cual nos aferramos, como se agarra un náufrago a una tabla de salvación.
Un solo día, un día más que ganamos.
En
el firmamento, sigue el astro rey estático, indiferente al movimiento
del planeta que da vueltas con toda su carga, mientras se suceden el día
y la noche, la luz y la sombra.
Y las incógnitas