Cuentan que lloras si no mira la gente;
en tu modestia, te inclinas hacia el suelo.
No olvides que mi infancia está presente
en las finas ramas de verde terciopelo.
¡No la abandones; arrúllala con celo!.
Salió de mi, volando hacia tus ramas,
como el pájaro que da su primer vuelo
y se pierde en la sombra del mañana.
Un día me acerqué, rompiste en llanto.
¡Dime qué pasa!, supliqué agitada.
No encuentro tu niñez; ha escapado,
quedando en el tiempo atrapada.
¿Y no te dije yo que la arrullaras?
¿Qué haré, con la infancia perdida?
Búscala en tu interior. Está dormida.
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