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Te adiviné perdido, abrí los brazos,
pedías amor, amor tuviste,
fui para ti, tu para mi fuiste,
te arrullé suavemente en mi regazo.
Tu cabeza en mis hombros reclinabas,
ya abandonado, el pensamiento ausente,
acariciaba tu cara dulcemente,
tus manos, con las mías enlazabas.
Abriste el corazón y a borbotones,
como sangre que brota de la herida,
hablaste de la soledad vivida.
Se hizo silencio, ya calló tu boca.
Se secó la rosa, la rosa marchita,
ya solo mi alma se turba y agita.
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