A
la primavera
No
entiendo todavía la razón
de
todo lo que empieza y acaba en un instante,
o
de todo lo que acaba, sin haber empezado siquiera.
El
río intemporal se desliza por la pendiente abajo,
por
la cascada de blanca espuma,
y abandona en sus orillas las luces de colores
que,
viviendo en continuo parpadeo, pretenden descubrir,
si
todo lo que acaba empieza y vuelve,
como
el suave girar de un carrusel.
Sueñan, sueñan volver a ser, volver a abrazar la primavera,
cuando
se cumpla el rito anual del sol,
volver,
para tejer las flores amarillas
que
alfombrarán el paso de su fulgurante retorno.
Sellan
en mi frente campanas musicales,
flores de mi remota estancia.
La
arena precipita su frescura virginal
por
el estrecho paso del cristal vacilante.
Suena
el batir de alas, presagio de la calma celeste.
Volverá
la primavera a rescatar el polen olvidado,
germinará
con su canto a la vida
en
los frutos del álamo verde. Y yo
en
un supremo esfuerzo, retendré en mis manos
la eterna primavera.
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