Mi nombre
Sé que
llevas mi nombre de la mano cogido,
y la mano
cerrada sin dejarlo escapar.
Diriges
como halcón la paloma a tu nido,
frágil
paloma blanca que quería volar.
Sin
atender razones ni súplicas ni llanto,
prisionera
en tu celda está mi libertad,
seducida
en el aire al escuchar el canto
de dulces
promesas para una eternidad.
Infinitud
tan leve tan concreta tan vana,
acabada
al momento antes de comenzar,
como la
niebla diluida en la mañana,
un canto
abandonado a la suerte y al azar.
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