Envuelto en misterio
Como un torbellino que se agita
impaciente,
golpea el aire que mueves a tu paso
al cruzar por mi lado con tu capa de
espuma,
con tu sonrisa franca, con un ramo de
novia.
Y en los atardeceres, cuándo salgo a
esperarte
bajo la luna roja, te veo aparecer allá
en el límite
de la línea remota, en la lejana
aurora,
montado en tu caballo misterioso,
jugando con las nubes de suave pluma,
al son del corazón ligero.
Se disipa la niebla al paso del rítmico
galope,
intemporal sonido de la vida,
y en los ventisqueros de la
profundidad,
palpita la tierra como un corazón que
germina,
ahondando en su estructura de ramas de
cristal.
No hay en tus botas barro del camino,
no hay señales de mentira, no hay
sombras.
En la cadencia rítmica del juego,
adivino el mensaje dibujado
en múltiples volutas de intangibles
sonidos.
Vienes con las manos abiertas,
ofreces descubrir el misterio tanto
tiempo añorado.
Y dicen que no existes...
¡Qué sería de mi, si no existieras!
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