.
Admirar, es apreciar en otros, aquello que consideramos importante y fuera de nuestras posibilidades de alcanzar.
El primer paso es, dar valor a unos hechos y a unas personas, puesto que ambas cosas van unidas.
Por tanto, primero nos apercibimos y después, reconocemos y estimamos.
No deja de tener una gran dosis de desprendimiento, a la vez que aceptación con humildad de nuestras limitaciones, percatándonos que hay alguien más importante, capaz de realizar mejores obras, o aceptar que posee bienes más preciados.
Si está lejos de nosotros en el espacio y en el tiempo, nos resulta más fácil que si está próximo. Quizá sea el motivo de existencia, de esa característica tan nuestra, de encumbrar a alguien y reconocer su obra cuando ya ha fallecido, y mientras vive, todo son persecuciones o críticas, en particular, si es una persona muy válida o sobresaliente. No digamos ya los genios, que además, son incomprendidos por inalcanzables.
¿Contemplamos extasiados, sin más, a nuestros admirados? ¿Qué sentimientos se pueden generar, además? ¿Cuántas veces hemos escuchado aquello de que, "me produce sana envidia"? ¿En algún momento la envidia es sana?
El querer tener esas virtudes, esas características, esos valores, esos bienes, que somos conscientes de no poseer, es envidia.
Podemos quedarnos quietos, simplemente admirando, apropiarnos, desvalorar aquello a los ojos de los demás, entristecernos debido a la impotencia por sentirnos inferiores, podemos
experimentar mil sentimientos entrecruzados.
Es curioso ese término de sana envidia, pero, no creo que exista. Otra cosa es, no desear daño ni desprestigio, a aquel que merece admiración.
Hay un camino, que está lejos del contemplativo, del que llamamos sana envidia. Es el activo. Nos conduce al esfuerzo constante, a vencer dificultades, conseguir ciertos logros o metas mediante las cuales, nos autovaloremos en la justa medida, sin caer en los excesos, vanidades u orgullos...
Quién se mueve con ímpetu hacia un objetivo, no tiene tiempo ni ganas de sentir recelo. Considera al que está por encima, como un estímulo, que le empuja a emprender el camino activo, el de la superación.
"El culto al hombre de genio tiene algo de humildad ineficaz, de renunciación a la esperanza, por pequeña que sea, es el germen de nuestra posible perfección. El culto al hombre de pasión es peor aún. Hacer un ídolo de la pasión es también la renuncia al propio progreso, pero revestida de soberbia, de divinización cínica de la miseria que no somos capaces de superar"
He copiado este párrafo de un libro de D. G. Marañón, aunque solo se refiera a dos facetas, porque resume muchas cosas.
Rendir culto, ¿es admirar? ¿es envidiar? ¿es querer emular?
Dependerá de tantas cosas....Emular si, pero a determinados actos, a los positivos. Es difícil, porque implica renunciar y reprimir ciertas tendencias naturales.
Nada se da por si solo y lo natural por el hecho de serlo, no tiene por qué ser lo mejor, ni lo bueno.
Caminar hacia el ascenso personal, es dejar de lado la envidia sana, además, la admiración excesiva en si misma, conduce a la pasividad.
Superación si, aspiraciones también, pero con realismo, teniendo en cuenta las limitaciones de cada cual.